septiembre 19, 2024

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Salmo 35 – Súplica de un justo perseguido

Salmo 35 - Súplica de un justo perseguido | ven auxilio | ángel Señor

Salmo 35
Súplica de un justo perseguido

De David.

Pelea, Señor, contra los que me atacan,
guerrea contra los que me hacen guerra;
empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi auxilio;
blande la lanza y la pica contra mis perseguidores;
di a mi alma: «Yo soy tu salvación».

Sean confundidos y avergonzados
los que atentan contra mi vida;
retrocedan y sean humillados
quienes traman mi derrota;
sean como tamo al viento,
acosados por el ángel del Señor;
sea su camino oscuro y resbaladizo,
perseguidos por el ángel del Señor.

Pues sin motivo me escondían redes,
sin motivo me abrían zanjas mortales.
¡Que les sorprenda el desastre imprevisto,
que se enreden en la red que escondieron,
y caigan dentro de la fosa!

Y yo me alegraré con el Señor,
gozando de su salvación;
todo mi ser proclamará:
«Señor, ¿quién como tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al pobre y humilde del explotador?».

Se presentaban testigos violentos:
me acusaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien,
dejándome desamparado.

Yo, en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía de saco,
me mortificaba con ayunos
y desde dentro repetía mi oración.

Como por un amigo o por un hermano,
andaba triste; cabizbajo y sombrío,
como quien llora a su madre.

Pero, cuando yo tropecé, se alegraron,
se juntaron contra mí
y me golpearon por sorpresa;
me laceraban sin cesar.
Cruelmente se burlaban de mí,
rechinando los dientes de odio.

Señor, ¿cuándo vas a mirarlo?
Defiende mi vida de los que rugen;
mi único bien, de los leones,
y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo.

Que no canten victoria
mis enemigos traidores,
que no hagan guiños a mi costa
los que me odian sin razón.

Pues no hablan de paz,
y contra los pacíficos de la tierra
traman planes siniestros.
Abren sus fauces contra mí y se ríen:
«Lo han visto nuestros ojos».

Señor, tú lo has visto, no te calles;
Señor, no te quedes a distancia;
despierta, levántate, Dios mío;
Señor mío, defiende mi causa.
Júzgame según tu justicia, Señor, Dios mío,
y no se reirán de mí.

No pensarán: «¡Qué bien! ¡Lo que queríamos!»
ni dirán: «¡Lo hemos devorado!».
Sean avergonzados y confundidos a una
los que se alegran de mi desgracia,
cúbranse de vergüenza y de ignominia
quienes se engríen a mi costa.

Canten y se alegren
los que desean mi justicia,
repitan siempre: «Grande es el Señor,
que desea la paz de su siervo».

Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará.

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