Dios revela su nombre porque quiere que se le pueda invocar.
Dios no quiere mantenerse en el anonimato. No quiere ser adorado como un ser meramente sentido o intuido. Dios quiere ser conocido y ser invocado como el verdadero y el que actúa. En la zarza ardiente, Dios da a conocer su nombre a Moisés: JHWH . Dios se hace invocable para su pueblo, pero continúa siendo el Dios escondido, el misterio presente. Por respeto a Dios el pueblo de Israel no pronunciaba (ni pronuncia) el nombre de Dios y lo sustituye por el apelativo Adonai (Señor). Justamente esta palabra es la que usa el Nuevo Testamento, cuando glorifica a Jesús como verdadero Dios: «Jesús es Señor».