Creemos en un solo Dios porque según el testimonio de la Sagrada Escritura sólo hay un Dios y porque, según las leyes de la lógica, tampoco puede haber más que uno.
Si hubiera dos dioses, uno sería el límite del otro; ninguno de los dos sería infinito, ninguno sería perfecto; de modo que ninguno de los dos sería Dios. La experiencia fundamental de Dios que tiene el pueblo de Israel es: «Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo». Una y otra vez los profetas exhortan a abandonar los falsos dioses y a convertirse al único Dios: «Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay ninguno más».