No todo el mundo está llamado al matrimonio. A algunas personas Jesús les muestra un camino particular; les invita a vivir renunciando al matrimonio «por el reino de los cielos». También las personas que viven solas por otros distintos motivos pueden tener una vida plena.
No pocas veces Jesús llama a algunas personas también a una cercanía especial con él. Éste es el caso cuando experimentan en su interior el deseo de renunciar al matrimonio «por el reino de los cielos». Esta vocación no supone nunca un desprecio del matrimonio o de la sexualidad. El celibato voluntario sólo puede ser vivido en el amor y por amor, como un signo poderoso de que Dios es más importante que cualquier otra cosa. El célibe renuncia a la relación sexual, pero no al amor; sale anhelante al encuentro de Cristo, el esposo que viene. Muchas personas que viven solas por otros distintos motivos sufren por su soledad, la experimentan únicamente como carencia y desventaja. Pero una persona que no tiene que preocuparse de una pareja o de una familia, disfruta también de libertad e independencia y tiene tiempo de hacer cosas importantes y llenas de sentido para las que no tendría tiempo una persona casada. Quizás sea voluntad de Dios que se ocupe de personas por las que nadie más se preocupa.