Divisando la bella e histórica ciudad de Oviedo desde una ladera del monte Naranco, se alza una de las construcciones medievales más singulares de España: Santa María del Naranco.
Fue originalmente un aula palatina de dos plantas, de estructura simétrica, sobre una base rectangular de 6 x 20 metros y tuvo una utilidad ceremonial, para uso privado del Rey Ramiro I y su esposa, que ordenaron su construcción a mediados del siglo IX. Santa María del Naranco estaba revocada en su totalidad por un estuco de color ocre y en el interior además con pinturas decorativas con motivos geométricos, que se perdieron en la restauración del año 1929.
Gran parte del territorio de la península estaba aún bajo dominio musulmán cuyas construcciones empleaban madera con profusión para techos (artesonados) y forjados. A diferencia de las construcciones árabes, en Santa María del Naranco sólo se usó piedra y la bóveda de cañón se aligeraba con toba caliza, una piedra porosa de menor densidad. La bóveda de cañón se reforzaba con arcos fajones que descansan a su vez en contrafuertes en el exterior del edificio que transmiten los esfuerzos a la base. Se hace uso también del arco peraltado, por primera vez en la arquitectura asturiana, para acentuar la esbeltez del conjunto.
La concepción del espacio, la cuidada decoración, las delicadas proporciones, además del uso de columnas con capiteles corintios, tienen una clara influencia de la arquitectura romana, y probablemente el anónimo arquitecto sería un máximo exponente de la misma o profundo conocedor de sus técnicas constructivas. La monarquía asturiana mantenía estrecha relación con la monarquía carolingia de Centroeuropa, cuyos edificios en Aquisgrán sirvieron probablemente de modelo para las construcciones asturianas. Los monarcas astures querían convertir a Oviedo en una capital cristiana de la misma importancia que Toledo tenía antes de la invasión musulmana. Para ello solicitaron a los musulmanes las reliquias de Santa Leocadia, patrona de la ciudad, que finalmente viajaron desde Toledo y fueron custodiadas en Oviedo.
En el “Ordo Visigothorum” se encuentra que, en primavera, cuando el rey marchaba a la guerra con sus ejércitos, en el aula palatina se celebraba un ceremonial cortesano de marcado carácter religioso.
En este ceremonial, rey y obispo accedían al piso inferior del aula, donde el prelado sumergía al rey en la piscina ritual con agua bendecida para que recibiera el baño litúrgico. Después se le secaba y se le colocaba una túnica blanca. Posteriormente, el obispo, el rey y sus acólitos accedían al piso superior.
Una vez aquí, al rey se le ungía, se le colocaba un manto y se le daba el lábaro (estandarte de origen romano formado por una cruz patada, con brazos que se ensanchan hacia los extremos) que debía ostentar en la batalla, presidiendo así los ejércitos. El obispo después bendecía a los caballeros nobles, desde la abertura de la capillita o belvedere del piso superior. A la vista del ejército se realizaban todas estas ceremonias. Por último, el rey pasaba de un belvedere a otro para recibir la aclamación del pueblo.
Santa María del Naranco es un magnífico edificio, obra maestra de refinada factura y cuidados detalles, único en su tiempo y estilo, que evoca la vida palaciega y la importancia de la fe en el joven reino asturiano que buscaba la legitimación como reino cristiano para recuperar los territorios visigodos ocupados por los musulmanes.