¿Por qué ora el ser humano?
Oramos porque estamos llenos de un ansia infinita y porque Dios ha hecho a los hombres para estar con él: «Nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti» (san Agustín). Oramos también porque necesitamos orar; así lo dice Madre Teresa: «Como no puedo fiarme de mí misma, me fío de él las 24 horas del día».
A menudo nos olvidamos de Dios, huimos de él y nos escondemos. Pero, aunque evitemos pensar en Dios, aunque lo neguemos, Él está siempre junto a nosotros. Nos busca, antes de que nosotros lo busquemos, tiene sed de nosotros, nos llama. Uno habla con su conciencia y se da cuenta, de pronto, de que está hablando con Dios. Uno se encuentra solo, no tiene con quien hablar y percibe entonces que Dios siempre está disponible para hablar. Uno está en peligro y se da cuenta de que Dios responde al grito de auxilio. Orar es tan humano como respirar, comer, amar. Orar purifica. Orar hace posible la resistencia a las tentaciones. Orar fortalece en la debilidad. Orar quita el miedo, duplica las fuerzas, capacita para aguantar. Orar hace feliz.