Desde el examen de la culpa personal surge el deseo de mejorar; esto se llama arrepentimiento. Se produce cuando vemos la contradicción entre el amor de Dios y nuestro pecado. Entonces nos llenamos de dolor por nuestros pecados; nos decidimos a cambiar nuestra vida y ponemos toda nuestra confianza en el auxilio de Dios.
Con frecuencia se oculta la realidad del pecado. Algunos creen incluso que contra los sentimientos de culpa sencillamente sólo hay que tomar medidas psicológicas. Pero los verdaderos sentimientos de culpa son importantes. Es como en los coches: cuando el velocímetro señala que se ha superado el límite de velocidad, no es culpable el velocímetro, sino el conductor. Cuanto más nos acercamos a Dios, que es todo luz, tanto más claramente salen a la luz nuestras sombras. Pero Dios no es una luz que quema, sino una luz que cura. Por eso el arrepentimiento nos impulsa a avanzar hacia la luz en la que somos completamente curados.