La autoridad se ejerce correctamente cuando, siguiendo el ejemplo de Jesús, se entiende como servicio. Jamás debe ser arbitraria.
Jesús nos ha mostrado de una vez para siempre cómo se debe ejercer la autoridad. Él, la mayor autoridad, sirvió y se colocó en el último lugar. Incluso lavó los pies a sus discípulos. A los padres, sacerdotes, profesores, educadores y superiores, su autoridad les viene de Dios, no para dominar a los que les están confiados, sino para que entiendan y ejerzan su tarea de dirección y educación como servicio.