¿Qué pasa cuando se experimenta que la oración no ayuda?
La oración no busca el éxito superficial, sino la voluntad y la cercanía de Dios. Precisamente en el aparente silencio de Dios se esconde una invitación a dar un paso más hacia la entrega total, la fe sin límites, la esperanza infinita. Quien ora debe dejar a Dios la libertad plena de hablar cuando él quiera, de cumplir lo que él quiera y de donarse como él quiera.
A menudo decimos: he rezado y no ha servido de nada. A lo mejor no rezamos con suficiente intensidad. El santo cura de Ars le preguntó en una ocasión a un compañero que se quejaba de su fracaso: «Has orado, has suplicado; pero ¿has ayunado y velado también?». Y también podría suceder que le pidamos a Dios lo que no nos conviene. En una ocasión dijo santa Teresa de Jesús: «Sabe el Señor lo que puede sufrir cada uno, y a quien ve con fuerza no se detiene en cumplir con él su voluntad».