Cuando celebramos el culto divino somos atraídos por el amor de Dios, somos sanados y transformados.
Todas las celebraciones litúrgicas de la Iglesia y todos sus sacramentos están orientados únicamente a que tengamos vida, y ésta en abundancia. Cuando celebramos el culto divino nos encontramos con quien ha dicho de sí mismo «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Quien va al acto litúrgico y está abandonado, recibe de Dios seguridad. Quien va al culto y se encuentra perdido, encuentra a un Dios que le espera.