Necesitamos los sacramentos para transformar nuestra pequeña vida humana y por medio de Jesús llegar a ser como Jesús: hijos de Dios en libertad y esplendor.
En el Bautismo los hijos perdidos de los hombres se convierten en hijos protegidos de Dios; mediante la Confirmación los débiles se convierten en fuertes; mediante la Confesión los culpables se convierten en reconciliados; mediante la Eucaristía los hambrientos se convierten en pan para otros; mediante el Matrimonio y mediante el Orden sacerdotal los individualistas se convierten en servidores del amor; mediante la Unción de los enfermos los desesperados se convierten en hombres con confianza. El sacramento de todos los sacramentos es Cristo mismo. En él podemos dejar la perdición del egoísmo y entramos en la verdadera vida, que no cesa nunca.