¿Por qué no se puede disponer de la propia vida ni de la de los demás?
Sólo Dios es señor de la vida y de la muerte. Excepto en caso de legítima defensa o de auxilio necesario nadie puede matar a una persona.
Atentar contra la vida es un crimen ante Dios. La vida humana es sagrada, es decir, pertenece a Dios, es su propiedad. Incluso nuestra propia vida únicamente nos está confiada. Dios mismo nos ha dado la vida; sólo él puede tomarla de nuevo. En el libro del Éxodo se dice literalmente: «No matarás».