Mediante la señal de la Cruz nos ponemos bajo la protección de la Santísima Trinidad.
Al comenzar el día, al comenzar una oración, pero también al comenzar una empresa importante, el cristiano se pone bajo el signo de la Cruz y comienza su tarea con ello «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Esta invocación del nombre del Dios trino, que nos rodea por todas partes, santifica los asuntos que emprendemos; nos otorga Bendición y nos fortalece ante las dificultades y tentaciones.