Jesús tenía un gran circulo de discípulos a su alrededor, eran hombres y mujeres. De ese círculo elige a doce hombres, a los que llamó apóstoles. Los apóstoles recibieron de él una formación especial y diferentes tareas: «y los envió a proclamar el reino de Dios y a curar». Jesús llevó consigo sólo a estos doce apóstoles a la última cena, donde les encargó: «Haced esto en memoria mía».
Los apóstoles se convirtieron en testigos de la Resurrección y garantes de su verdad. Después de la muerte de Jesús continuaron su misión. Eligieron a sucesores para su ministerio: los obispos. Los sucesores de los apóstoles ejercen en nuestros días los poderes otorgados por Jesús: gobiernan, enseñan y celebran los misterios divinos. La unión de los apóstoles se convirtió en el fundamento de la unidad de la Iglesia (sucesión apostólica). Entre los Doce destaca una vez más Pedro, a quien Jesús le otorgó una autoridad especial: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». En esta posición especial de Pedro entre los apóstoles tiene su origen el ministerio del Papa.