Jesús quería compartir con nosotros su vida y santificar con ello nuestra vida cotidiana.
Jesús fue un niño que recibió de sus padres amor y afecto y fue educado por ellos. De este modo creció «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres»; perteneció a una comunidad rural judía y participó en los rituales religiosos; aprendió un oficio artesanal y tuvo que mostrar en él sus capacidades. El hecho de que Dios quisiera, en Jesús, nacer en una familia humana y crecer en ella, ha hecho de la familia un lugar de Dios y la ha convertido en prototipo de la comunidad solidaria.