El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad y de la misma naturaleza divina del Padre y del Hijo.
Cuando descubrimos la realidad de Dios en nosotros, entramos en contacto con la acción del Espíritu Santo. Dios «envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo», para que nos llene completamente. En el Espíritu Santo el cristiano encuentra una alegría profunda, la paz interior y la libertad. «Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ¡Abbá, Padre!». En el Espíritu Santo, que hemos recibido en el Bautismo y la confirmación podemos llamar a Dios «Padre».