Proverbio 28:13 – «El que cubre sus pecados no prosperará; más que el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia»
Este proverbio nos invita a ser honestos, humildes, sinceros, transparentes. Todos caemos, todos pecamos y eso nos avergüenza y nos duele. Pero ese dolor y esa vergüenza nos deben impulsar a volver nuestra mirada al Padre. Lejos de querer esconder nuestras limitaciones, el Señor nos invita a confesarlos a ponerlos en manos de Dios para que su perdón y su misericordia reparen nuestro corazón del daño que el pecado nos ha hecho.
Confesarse es un sacramento que Jesús instituyó a sus apóstoles. Requiere valor para reconocer nuestra falta y el daño causado. Requiere arrepentimiento sincero y un propósito firme de no volver a caer. Pero lo cierto es que caemos continuamente. No importa, Dios no se cansa de perdonarnos, somos nosotros los que nos cansamos de acudir nuevamente a El.
El que oculta sus faltas y no las reconoce, tampoco las cambiará y el pecado se hará sólido en él; por eso no prosperará, sino que irá a peor. La confianza en nuestro Padre nos repara, nos salva. Así pues, acudamos a la confesión con periodicidad, reconozcamos nuestras limitaciones con humildad y dejémonos sanar por un amor que es más fuerte que nuestro pecado.
